Yerro
Yerro,
caigo en la trampa,
vuelvo a tropezar de nuevo.
Tantas mentiras y escarnios
me empujan.
Señalo con el dedo,
acuso, juzgo.
Creí tener razón,
estar en posesión de la verdad.
Perdí el control,
me dejé llevar por las evidencias
y no me puse en su lugar.
Ellos también tienen sus propios motivos.
¡Serán ladrones!
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No puedo escribir poemas
No debería escribir poemas
que hablen así,
de la vida establecida
y gris que nos rodea.
Debería ser honesto,
menos hipócrita,
ladrar menos,
morder más,
hacer algo,
buscar, resistir
o callarme
o cantar solamente
a mi amor y a las cosas
que aún merecen la pena
en este mundo sin salida.
No debería escribir poemas,
no debería,
pero no puedo.
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Las uvas de la ira.
Desterrados de su vides
por las leyes y los números
la sangre a toda costa
persigue lejos otras cepas.
Siempre son ásperas las cláusulas, a veces incluso muy afiladas,
por eso la letra es pequeña y las viñas tan grandes.
Hay que cuidarse mucho de en quien confiar
y esperanzar y cosechar
y no perder la esperanza y sarmentar
y recibir cuchilladas y cuchilladas...
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