viernes, 8 de agosto de 2008

Una heroica promesa o el beneficio de las derrotas

Una heroica promesa o el beneficio de las derrotas.

Tras largo viaje osamos
proclamarnos indiscutibles.

¿quién era la rapaz nocturna para callarme?

Alguien dijo en alguna ocasión
que esto no era ningún cuento,
que aquí mucho estaba en juego
y no había marcha atrás.

Y así sin dudar, asentimos.

Y sin embargo, me deprime el ritmo incisivo
de las últimas notas del parte.

Pareciera que desean arruinar
el poco resplandor que resta, su abnegación,
su insistencia en apurar
los mínimos resquicios del aire.

¡Ojalá fuese sólo cosa mía!
¡Estamos todos envueltos!

Mantengamos la consigna,
que aún hay besos por rescatar
de los sigilos, secretos y omisiones
que confinamos en el arrogante ayer.
¿O no lo recuerdas?

La vida tiene un nombre y no es de nadie.

No olvidemos.
El combate se inició hace ya un mundo.

Abjuremos del ánimo
que desdeña la dignidad del empeño,
del futil y preciso cazador de resplandores,
incapaz de imaginar tras la niebla callada el alba.

Alcemos el tiempo, urdamos certidumbres
con las yemas de nuestros cantos,
fundemos ingenuas simientes que proclamen
bien alto el insobornable mérito del verso.

¡Es imposible!
¡Es imposible!

No podemos vender las promesas.
No podemos cerrar los labios.

La lágrimas alimentan la continua trasformación de los espacios.

Te voy a ver nacer.
Estoy seguro, de los escombros del árbol humillado.

De los envites y embates
de la envidia y el embeleso
como indómito gato
emergerás con sangre y sonrisas,
de entre los dientes.

La esencia tiene un nombre y no es de nadie.

Lo sabemos,
es justa pugna en defensa
de la savia y sus frutos.

Allí donde se apaga el sol,
entre el prado de los mirlos
y el altozano escarpado
una ocasión ineludible
nos tiende su pecho al enemigo,
al enemigo que somos, tu y yo,
con nuestras mismas manos
y nuestro mismo rostro.

No es suficiente permanecer
como estatuas bienpensantes,
pálidas acepciones del sentido común.

No basta con esto, tu me lo dijiste.

No podemos quedarnos aquí
asomados al balcón de a lo mejor
vuelven las rosas a ser las que eran,
porque así nunca fueron.

El hombre tiene un nombre y no es de nadie.

Que sutil venganza
la del fondo de las cosas
que amenazan el tierno deseo.
Las horas oponen resistencias,
no tienen ya los mismos soles.

Somos enfrentados partícipes de lo mismo
idénticas partículas de lo ajeno.
Que cada cual ocupe su lugar,
es el tiempo de las evidencias

El amor, núcleo invisible
del coraje empuja y templa
el horizonte,
único heredero de la flor.

Y aunque no tengo todas conmigo,
para bien o para mal
algo saldrá de todo esto.

La tierra tiene un nombre y no es de nadie
por más que lo intenten los silencios de siempre.

Y tiene hambre,
y tiene frío y calor y sueños.


quino

1 comentario:

JR dijo...

es un gran Poema qino!
saludos.